Desde un pequeño pueblo en Flandes
Kris Herteleer lleva más de 40 años agitándolo todo con De Dolle Brouwers
Conocí a Kris Herteleer en noviembre del año pasado, durante una visita a su legendaria cervecería De Dolle Brouwers, en Esen, Flandes Occidental. Y aunque ya sabía que eran una referencia fundamental, lo que descubrí allí fue mucho más que una marca con historia: encontré un fermentador abierto, una comunidad vibrante y un agitador que lleva casi cinco décadas empujando los límites desde un pueblo pequeño.
“Tuvimos un plan para reiniciar una vieja cervecería y hacer cervezas interesantes. Llevamos 45 años intentando hacer eso, sobre todo cervezas fuertes y naturales”, me escribió Kris unas semanas atras.
De Dolle Brouwers, que en flamenco significa "Los Cerveceros Locos", fue fundada en 1980 por los hermanos Kris y Jo Herteleer en una cervecería histórica de 1835 que revitalizaron tras años de inactividad. Desde el inicio, su objetivo fue claro: producir cervezas de carácter, usando métodos tradicionales y con una filosofía radicalmente alejada de lo industrial. Kris, además de cervecero, es arquitecto, historiador local, pintor y diseñador de todas las etiquetas de sus cervezas. Cada detalle refleja esa mezcla de oficio y arte que define a la marca.






Kris no está interesado en las tendencias de la industria ni en adaptarse a lo que dicta el mercado. Es un agitador hecho y derecho. Su cerveza no está pasteurizada, refermentan en botella, tienen carácter propio y se producen en pequeña escala. No hacen cerveza sin alcohol y no tienen prisa por crecer. “Si nos mantenemos pequeños y hacemos cervezas que nos gustan a nosotros, el trabajo es encontrar amigos que quieran hacer lo mismo”.
Su Arabier, una Belgian Strong Ale de 8% ABV, es uno de los grandes íconos de la cervecería. Elaborada solo con malta y lúpulo, sin adjuntos, destaca por su perfil amargo gracias al uso de lúpulos Nugget de la región de Poperinge. De color dorado y espuma persistente, ofrece aromas florales y afrutados, una boca seca y un amargor firme. Una cerveza que elaboró por primera vez en 1980, y que demuestra cómo la innovación puede venir desde lo clásico.
Entre otras de sus referencias destacan Oerbier (su primera creación), Boskeun (su cerveza de Pascua), Stille Nacht (una poderosa cerveza navideña de 12%), Dulle Teve (una Tripel intensa) y Stout Export. Todas ellas reflejan una misma búsqueda: mantenerse fieles a una forma de hacer cerveza que no sacrifica autenticidad por volumen ni carácter por moda.
“Para nosotros, la cerveza es un suplemento alimenticio, una medicina. No solo para calmar la sed. Para eso está el agua con gas o el zumo”, dice.
Y a pesar de que hoy tiene casi 70 años y que su hijo Boniface está tomando el relevo, Kris no parece haber perdido ni un gramo de su convicción. No quiere dejar de trabajar del todo, pero tampoco dejar que el trabajo lo consuma. Se nota que hay algo más que un negocio aquí: hay una forma de vida.
Lo que encontré en De Dolle no fue solo historia, sino una afirmación presente y viva de que hay otras formas de hacer cerveza. Formas que no solemos mirar tanto, pero que están cambiando la industria desde sus rincones.
Conocer a Kris, recorrer su cervecería, probar sus cervezas allí mismo, fue profundamente inspirador para mí. Estas historias me mueven, me motivan, y me recuerdan por qué amo esta industria. Cada vez que vuelvo a beber una De Dolle, me transporto a esa energía, a esa comunidad, a esa forma tan honesta de hacer cerveza. A esa cerveza con alma.
Gracias Kris, gracias cerveza
Muy buena nota... y la cerveza debe ser super!